El rinconcito de las flores en el Centro de Medellín

La actividad en la Placita de Flórez empieza a las 2:00 a.m. y se extiende hasta las 6:00 p.m. FOTO MANUEL SALDARRIAGA

Hay flores cuya duración es fugaz, como las rosas o los lirios; hay otras más duraderas, como la astromelias o los crisantemos. De ellas, fugaces o no tanto, se vive en Medellín, no solo durante la tradicional Feria de las Flores en agosto, sino también el resto del año.

En el sector de Bomboná, la Placita de Flórez aún es el epicentro de las floristerías de la ciudad, como lo ha sido históricamente, desde que los campesinos que bajaban de Santa Elena escogieron este lugar para descansar antes de llegar a la plaza de mercado de Guayaquil.

La Placita de Flórez

Allí donde ahora se levantan decenas de floristerías, también de frutas, verduras, carnicerías y un montón de locales comerciales, quedaban unos terrenos de Rafael Flórez, señor de renombre en la ciudad que donó esa parcela en 1891 para que se levantara una plaza de mercado.

Del apellido de don Rafael surge el nombre del lugar. Por eso, se escribe con zeta y no con ese, coincidencialmente, aunque lleve una letra distinta y una tilde, se pronuncia igual y la gente lo relaciona con las flores, el principal activo de los locales que conforman el edificio.

“Es un lugar de mucha importancia histórica para Medellín. Desde la placita salió el primer desfile de silleteros, en 1957”, relata Juan Alberto Franco, gerente de la Placita de Flórez.

Por allí han pasado al menos cuatro generaciones de comerciantes; desde 1997 empezó a ser administrada por el mismo gremio que conforma los locales del edificio. Antes de esa fecha, pertenecía a Empresas Varias, y luego fue propiedad del municipio.

En varios de sus rincones se esconden testimonios de la ciudad, comerciantes que han visto transformarse el sector y dotan de identidad a la placita. Fue declarada patrimonio histórico y cultural mediante el acuerdo municipal 62 de 1999.

Remodelación

“Los problemas de violencia en los alrededores del edificio deterioraron el lugar a tal punto que cuando lo recibimos estaba muy acabado”, cuenta Juan Alberto, que ya lleva 13 años administrando la placita.

Toda la reestructuración se hizo con recursos propios, con las cuotas de administración pagadas por los comerciantes que le dieron un nuevo aire al lugar. Sin perder su esencia de plaza de mercado, se ha convertido en un sitio en el cual resulta agradable caminar.

Juan Alberto relata que cuando llegó a la gerencia apenas el 40 % de la plaza estaba ocupada. Hoy, la totalidad de los locales se encuentra funcionando y, dice el gerente, hay personas esperando que se desocupe algún espacio para comerciar.

Cada tres o cuatro locales hay una floristería, por lo cual, aunque no todos los negocios son de flores, se podría decir que predominan en la Placita. Entre las canastas, las frutas y las verduras, se ven empleados cortando tallos o cargando ramos y visitantes escogiendo rosas, girasoles o lirios orientales. Un carnaval de flores por cada pasillo del edificio.

De 340 locales, Juan Alberto dice que cerca del 25 por ciento son de flores. Aunque solo hay 24 negocios registrados, muchos de ellos pueden tener hasta cinco puestos distribuidos por el edificio.

“La Placita fue, es y seguirá siendo el mayor centro de acopio de flores en Medellín. Hay que ver, además de los negocios al interior, cuántas floristerías se han ubicado también en las cuadras de los alrededores”, dice Juan Alberto.

Mercado de madrugada

Cuando la mayor parte de la ciudad duerme, entre 2:00 y 3:00 de la madrugada, sobre todo los jueves, viernes y sábados, en las afueras de la Placita que todavía tiene cerradas sus puertas, campesinos que bajan desde Santa Elena o San Cristóbal ubican puestos móviles en el parqueadero para vender sus flores.

“Los floricultores madrugan y hasta las 8:00 de la mañana venden sus flores a los distribuidores que luego se encargan de llevarlas a las distintas floristerías de la ciudad”, cuenta Luz Idalia Ruiz, dueña del negocio Flores Veracruz.

El silletero y comerciante Marco Fidel Grisales cuenta que él, al igual que los floricultores que se acomodan temprano en el parqueadero, apenas duermen cuatro horas al día.

“Es un oficio de mucho empeño, pero también es una pasión. Es un negocio que muchos heredamos de la familia, al que le hemos dedicado la vida, y para el cual trabajamos con el alma”, expresa don Marco.

Vea la noticia original aquí

Deja una respuesta