Por: Jenny Giraldo García
De los treinta años que tiene la Casa del Teatro, ha pasado catorce en el barrio Prado Centro. Allí, en medio de instituciones de salud y de algunos centros de educación, se ha mantenido este proyecto cultural y artístico, que ha sido vital para la historia del teatro de Medellín, de Colombia y de Latinoamérica. Su fundador, el maestro Gilberto Martínez, falleció en enero de 2017, pero su espíritu y su legado viven en esta casa y quienes hoy trabajan en y por ella, se hacen cargo de que esa presencia sea eterna.
A la Casa nos da la bienvenida la biblioteca, y eso es ahora una novedad, pues esta ocupó dos salones del segundo piso durante muchos años. Ahora, con el fin de hacerla más accesible y de permitir que el público general se acerque a una enorme colección de textos especializados –alrededor de 10.300 títulos–, tomaron la decisión de llevarla a ese primer piso; además, la reja ahora permanece abierta, de manera que se convierte en una invitación constante a acercarse, a preguntar. Se ofrece así un espacio de lectura al que no sólo el público especializado puede acceder; hay gente que, incluso, se acerca con su propio libro a “hacer tiempo” mientras le entregan los resultados de un examen, eso nos relata Clara Pabón, administradora del teatro.
Ahí, en ese primer piso, también hay un café para recibir a las visitas, para que los espectadores aguarden mientras comienza la obra, un lugar para la conversación y el encuentro. Allí se ubica el libro de visitantes, ese en en el que es posible dejar comentarios, preguntas y aplausos en forma de palabras.
Luego, un bello patio de piso de piedra en el que puede verse la puerta café que tiene un letrero que dice “Teatro”. Esa puerta es la entrada a la sala, al lugar de la representación, a la vida y obra de Gilberto Martínez, de los actores y de las actrices. Es allí donde, a lo largo de esta historia, hemos podido ver los más de 40 montajes de la Casa del Teatro, donde nos encontramos con la palabra, la acción y las reflexiones que se mueven en el escenario. Y en este punto, como señala Clara, es importante recordar un pedacito de la historia que comenzó a escribirse mucho antes de llegar a esta sede: “la Casa del Teatro nació como un espacio de confrontación teatral”; fueron cinco directores los que se dieron a esa tarea: Luis Carlos Medina, José Sanchís, Víctor Viviescas, Rafael de la Calle y el mismo Gilberto. Cinco directores en un teatro no puede ser para nada diferente que confrontarse, construir y crear con el diálogo de la diferencia. Y hoy, Casa del Teatro sigue siendo un espacio para la confrontación, no sólo artística, sino política, filosófica y social.
Además de lo mencionado, la Casa tiene una bodega, los camerinos, la cabina técnica, tres baños y, en el segundo piso, una sala de lectura y oficinas. Las puertas de la Casa del Teatro están abiertas de lunes a sábado. La biblioteca, particularmente, presta sus servicios de lunes a viernes, desde las 8:30 de la mañana, hasta las 5:00 de la tarde, con el justo tiempo para el descanso y el almuerzo; es decir, cierra de 12:00 a 2:00. Y de jueves a sábado hay funciones a las 7:30 de la noche, para público joven y adulto. Aunque el grupo cuenta con dos obras infantiles en su repertorio, estas no hacen parte de la programación habitual de la Casa.
En agosto, la Casa del Teatro celebra 30 años de vida. Quienes hoy hacen parte de este proyecto saben que tienen la misión de mantener vivo y a flote el espíritu y el legado de Gilberto Martínez, saben que su herencia es inmensa y trabajan duro para que su presencia se siga sintiendo en Medellín. Y los espectadores tenemos también la tarea de rendir justo homenaje a quien tanto ha hecho por el teatro, por la dramaturgia, por la dirección, por la actuación y por el arte de nuestra ciudad. Y esa tarea se resume en tener a la Casa del Teatro en nuestra agenda cultural, visitarla, disfrutar de sus obras, recomendarlas y hacer parte viva de este proyecto con nuestra presencia y nuestro aplauso.
Tomado de: 4a pared